Por Jorge Colmán. Antes de la llegada de los europeos, nuestros primeros paisanos —los verdaderos primeros americanos que poblaron estas tierras— fueron los Querandíes, un pueblo originario dedicado a la caza, la pesca, la recolección y a una incipiente actividad agrícola. Su presencia en el actual territorio del distrito de Malvinas Argentinas se encuentra documentada arqueológicamente a pocos kilómetros, en el partido de Tigre, donde se halla el cementerio de sus ancestros.
Los Querandíes formaban parte del gran conjunto étnico de los Chechehet —también conocidos como Chechehetra—, pertenecientes al grupo de los pampas. Este grupo se extendía desde el centro del país hasta buena parte de la región pampeana, incluyendo la actual Pampa Húmeda (1).
Evidencias contemporáneas confirman su paso por estas tierras: hace apenas cuatro años se restituyeron restos óseos de ocho miembros del pueblo querandí a la Comunidad Punta Querandí en Dique Luján (municipio de Tigre). Estos restos forman parte de los 42 cuerpos encontrados en 1925 en el sitio arqueológico de Arroyo Sarandí, junto con otros hallazgos en los distritos de Escobar, Campana y zonas aledañas (2).
Los relatos sobre el primer contacto entre los Querandíes y los conquistadores españoles destacan su valentía y resistencia. En efecto, fueron ellos quienes rechazaron la primera fundación de Buenos Aires realizada por Pedro de Mendoza en 1536. La resistencia indígena fue tal que, hasta el día de hoy, no se ha podido determinar con certeza la ubicación del asentamiento indígena, que algunos historiadores sitúan en las actuales localidades de Escobar, Tigre o San Fernando.
Una vez establecida la dominación española, estas tierras fueron ocupadas de forma tardía. La presencia del río de las Conchas (hoy río Reconquista) y los extensos humedales que lo rodeaban hacían extremadamente difícil el acceso. En épocas de lluvias, el terreno se volvía intransitable. El camino real, que seguía un trazado similar a las actuales rutas 8 y 9, representaba un desafío para los grandes carretones que transitaban la región.
Entre los primeros pobladores criollos de importancia figuran los López Camelo, una familia que dejó su huella en el comercio, la política, la milicia y la gestión pública. Uno de sus fundadores fue Diego López Camelo, comerciante y hacendado de origen portugués, quien se estableció en Buenos Aires y poseyó estancias a orillas del río Las Conchas y cerca del río Luján, donde criaba ganado y mulas.
También se destaca Lorenzo López Camelo Illescas (1770–1836), quien fue alcalde del Pilar y participó activamente en la defensa contra las Invasiones Inglesas. Fue héroe del combate de la Chacra de Perdriel, donde incluso salvó la vida de Juan Martín de Pueyrredón. Además, donó tierras para la construcción de la Iglesia Nuestra Señora del Pilar y financió la organización de milicias.
Sin embargo, la familia López Camelo perdió protagonismo durante las guerras civiles del siglo XIX, al alinearse con el bando unitario. Derrotados por los federales, perdieron influencia política y muchas de sus tierras. Aquí surge una controversia histórica: algunos documentos sostienen que el General Ángel Pacheco compró dichas tierras en 1822; otras versiones indican que fueron otorgadas por el gobernador Juan Manuel de Rosas en reconocimiento a sus servicios militares. Una hipótesis integradora sugiere que, tras su derrota, los López Camelo optaron por vender sus tierras para evitar su confiscación.
El General Ángel Pacheco fue un militar de destacada trayectoria, miembro de los Granaderos a Caballo de San Martín, y participó activamente en las campañas de Chile y Perú. Defendió el territorio nacional contra el Imperio del Brasil y luego adhirió a las fuerzas federales de Rosas. Existen versiones que lo vinculan a la interna entre Rosas y Urquiza, lo que habría motivado su retiro de la carrera militar y su dedicación a la vida rural en una vasta estancia de más de 6.000 hectáreas, que abarcaba parte de los actuales partidos de Malvinas Argentinas, Escobar, Tigre y Campo de Mayo (ver mapa adjunto).
Tras su fallecimiento en 1869, su esposa Dolores Reynoso fue nombrada albacea. Sus hijos e hijas heredaron el extenso territorio, y con el tiempo lo dividieron y vincularon a través de matrimonios con familias de la oligarquía porteña como los Anchorena, Torcuato y Alvear, facilitando así el nacimiento de nuevas localidades.
Su hijo mayor, José Felipe Pacheco Reynoso, heredó el casco de la estancia El Talar, mientras que su hijo Román recibió la fracción que hoy ocupa la ciudad de General Pacheco. Su hija María Elvira, casada con Torcuato de Alvear, recibió tierras que hoy forman parte de la localidad de Don Torcuato. Otra hija, Águeda, casada con José G. Berdier, heredó otro sector de la estancia. El matrimonio Berdier tuvo cuatro hijos —Ángel, Hortensia, Corina y María Luisa— quienes, al no dejar descendencia, legaron sus propiedades al biznieto del general, José Carlos Pacheco Alvear (3).
¿Conocías a los primeros pueblos originarios de la región? ¿Sabías la historia de los López Camelo y los Pacheco?
Fuentes:
1. Crónicas de caciques y etnias en la Sierra de la Ventana.
2. “Nos sentimos incompletos sin los hermanos que faltan”, diario Página 12.
3. Historia de los Pacheco – General Pacheco Web
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